lunes, 10 de mayo de 2010

Los panas al poder. Los otros invitados

Gabriel Payares (Londres, 1982)

Foto: Efrén Hernández

Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela, es actualmente tesista de la Maestría en Literatura Latinoamericana de la Universidad Simón Bolívar. Participó en el Taller Literario de Escritura Narrativa de Monte Ávila Editores dictado por Carlos Noguera y en el Taller de Ensayo Literario dictado por Armando Rojas Guardia en la Fundación para la Cultura Urbana, y fue seleccionado para participar en la III edición de la Semana de la Nueva Narrativa Urbana con el cuento “Génesis (la noche antes del diluvio)”, contenido a su vez en el libro de relatos Cuando bajaron las aguas (2009), único ganador del VI Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores. Ha sido colaborador de diversas publicaciones como la revista literaria Babel, el anuario del Instituto de Investigaciones Literarias de la U.C.V., el Papel Literario de El Nacional, la revista de poesía venezolana El Salmón y de diversos portales literarios en Internet, tanto nacionales como internacionales: «Letralia, tierra de letras», «Ficción Breve Venezolana», «el Blog de los Hermanos Chang», «500 Ejemplares», la revista digital mexicana «Círculo de Poesía», entre otros.

Fragmento de: “Los herederos”

(…) No tardó en llegar el día en que desayunamos sin dirigirnos una sola palabra. Más allá de un asentimiento o de un gesto de fastidio, Papá ni siquiera se percató de mi presencia: los sermones matutinos y las quejas de rigor resonaron esa vez sólo en mi cabeza. Me pregunté si estaría enfermo, o deprimido, o si habría algo que pudiese hacer para animarlo. Incluso me pregunté si extrañaría poder observar sus propias fotos, sin necesitar de un torpe lazarillo como yo. Ese mismo día llegué a la oficina en completo silencio, como contagiado por aquel extraño mutismo, y le escribí a Guillermo casi de inmediato transmitiéndole mi nueva preocupación. Su respuesta, que llegó con inesperada prontitud, decía que la ceguera de Papá se había tragado también nuestras palabras. Y ya. Semejante explicación parecía bastarle, pues no mencionó más el asunto en su mensaje. Me envió en cambio un par de fotografías de Granada, su nueva ciudad: fotografías que ya no valía la pena describir a Papá, y que deseché al instante de mi correo electrónico. Pocas veces me había sentido yo tan culpable, como al momento de cerrar con un suspiro la ventanita del buzón de correo. Pensé que yo también le arrebataba la vista a Papá, al negarle mis ojos para ver dos o tres fotografías de mi hermano en el extranjero. Me sorprendió ese gesto mezquino, vengativo, especie de sentencia para alguien que ya está más que condenado. Esa noche me fui temprano a mi apartamento, y le expliqué a Papá por teléfono que tenía mucho trabajo y que pasaría la noche en ello. “Vale, ya yo veré”, respondió con parquedad. No sé bien a qué se refería, ni traté de preguntárselo. Pero esa misma noche tomé la decisión de volver cuanto antes a vivir en mi apartamento. Y al contrario de lo esperado, no obtuve de él un sólo reproche al decírselo unos días después. No se mostró ni triste ni contento. Quizás sencillamente nunca me vio salir.”

De: Cuando bajaron las aguas (2009)

Lea más en: Relectura, y en Letralia.

Mardon Arismendi (Barinas, 1987)

Actualmente es Tesista de Letras por la Universidad Católica Andrés Bello. Ha realizado talleres de poesía en la UCAB con Miguel Marcotrigiano. En Monte Ávila Editores con María Clara Salas. Así mismo, a talleres de narrativa en la UCAB con Ángel Gustavo Infante y en el CELARG con Luis Barrera Linares. Destacó como Columnista del diario De Frente (diario de circulación regional del Estado Barinas). Fue invitado a la 10ma Feria Internacional del Libro (Carabobo), en calidad de ponente, en la tertulia Corte y costura del texto literario. Ganador del Primer Premio en el III Concurso de Cuentos Breves de la UCAB con el relato titulado “La calle de los carniceros” de su libro de cuentos inédito.

Fragmento de “Embajatriz”

“Había una vez un muchacho que se llamaba Benedicto XVI, o no se llamaba, sino que le decían así porque se llamaba Joseph Alois Ratzinger. Era un muchacho bueno y estudioso, y también era virgen. Un día Ratzinger prendió un incienso y su cuarto empezó a oler a sándalo. Se acomodó como pudo en un cojín y se colocó delante del altar que él, con mucha fe y mucha devoción, le erigió a una deidad postmoderna que lo había visitado hace mucho tiempo cuando él era apenas un adolescente flaco y con el semblante amarillo [a los 14 años se masturbaba 3 veces al día]. Santa Vagina, opresora de mi pene, escúchame. Eso fue lo que él balbució, porque en efecto le rezaba a una vagina que estaba pegada en la pared, sobre el altar. Cerró los ojos, cruzó las piernas y juntó las manos, parecía un yogui a punto de rasgar el himen de su existencia.

Se puso a meditar sobre la profundidad de los detalles de su vida, imaginó que atravesaba la autopista en su volkswagen negro, porque él tenía un volkswagen, entonces vio un hueco en el asfalto y se sonrió. Más adelante vio otro hueco en la carretera y no se sonrió, sino que casi se le disloca la mandíbula a causa de tanto reírse, y el motivo de la risa era que a Ratzinger le excitaban los huecos porque se imaginaba que un hueco en el asfalto era una gran vagina. También le pasaba lo mismo con las cerraduras y le era muy excitante abrir las puertas de su casa porque era como tener un coito con su llave, sobre todo cuando ésta encajaba perfectamente en la cerradura, entonces creaba paralelismos, por ejemplo, el hecho de que la puerta se abriera después de girar la cerradura era lo mismo que tener un orgasmo, o por ejemplo, un período refractario era análogo al hecho de sacar la llave de la cerradura. Etcétera. (…)

Cuando Ratzinger escuchó la palabra pudorosa despertó por fin de su meditación. Entonces la meta-imaginación que imaginó lo inimaginable fue escrita por la mano del autor que no soy yo sino otro autor que está más allá de la meta-imaginación que imaginó lo inimaginable. Y Joseph Alois Ratzinger tampoco es el actual Papa. Amén”


Cuento perteneciente a su libro de cuentos inéditos.




Santiago Acosta (San Francisco, EE UU, 1983)



Santiago Acosta (San Francisco, EE UU, 1983). Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela, donde se ha desempeñado como profesor de la Escuela de Letras. Tesista de la Maestría en Literatura Venezolana de la misma casa de estudios. Ha publicado el poemario Detrás de los erizos (2007), ganador del V Concurso para Obras de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores. Artículos y poemas suyos han aparecido en diversos medios impresos como la revista española Quimera, el “Papel Literario” del diario El Nacional, y las revistas literarias venezolanas Babel y Ateneo, entre otras. Es editor, junto al poeta Willy McKey, de la revista de poesía venezolana El Salmón, publicación que reflexiona a propósito de la tradición poética venezolana, con preferencia por los poetas olvidados o desatendidos por la crítica, las editoriales y la academia.

Quisiéramos hallar en el aire
un grano
que no nos tenga
o la mano que lo haga estallar.

--------+-----+-------+-----+

Es tuya la navaja quebrada
que brota detrás de mi lengua

(Sus muelles silban sobre lo crudo)

Tú volcaste esa copa de polvo
donde apenas soy
un nudo de barro
un resto sordo en tus dos espaldas.

De: Detrás de los erizos (2007)


Eliza rincón, (San Cristobal, 1986)


¿Qué hago con este zumbido que cose al espacio, mi cuerpo?

Esta hoja callada no abandona al árbol frenético

No se desplaza,

real

hacia el fulgor.

---*---------*-------*

Lámpara maldita es ésta que se enciende en el habitad de los huesos

Tajo de angustia

Astro de angustia

Animales caleidoscópicos lamen

la constelada cabeza de lo invisible.


Marta Durán (Trujillo, 1976)

Licenciada en Letras (Universidad del Zulia, 2005). Actualmente cursa la maestría de Estudios Literarios en la Universidad Central de Venezuela. Estudió fotografía en la escuela "Julio Vengoechea"(Maracaibo, 1999-2000). Participó en el Taller de Creación Literaria dictado por Orlando Chirinos (ULA, 2004-2005) y en el taller de narrativa de Monte Ávila Editores (2006-2007). Se presentó en el concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores (2007) quedando como finalista con su libro Qué impertinente manera de volver. Participó en la IV Semana de la Nueva Narrativa Urbana (Caracas, 2009). Ha publicado varios relatos en el Diario de los Andes, en las páginas Web de Ficción Breve, Relectura, Letralia y Círculo de Poesía, entre otros. También ha publicado algunos artículos en la revista SituArte (Universidad del Zulia), en la Revista de Literatura Hispanoamericana (Universidad del Zulia) y en la revista El Salmón. Revista de poesía (Caracas), entre otras.

Fragmento del relato “Sin paisaje”

Sentada en la arena, deseando la posesión de plantas-caricias que se alojaran en su cuerpo para resistir un poco más, para alimentarse de ellas, comenzó a sentir que no tenía fuerzas para seguir esperando. Sus brazos empezaron a transformarse en largos tentáculos que se cosían a la arena; su piel se tiñó de colores pasteles, casi todos verdes, verde agua, verde grama, verde rojizo como de muerte. Se sintió parte de un enorme acuario, encerrada entre murallas de vidrio, cercada en esa ciudad que decía tener un mar. De repente recordó: no todas las anémonas son bienvenidas en el acuario, una frase alguna vez escuchada, alguna vez leída. Entonces comenzó a secarse en la arena, intentó entrar al mar para empaparse un poco, pero sólo encontró desierto, peces primitivos, momificados en su intento por respirar; fragmentos de madera desgastada, evidencias de viajantes antiguos; imperios coralinos corroídos, huellas de un pasado húmedo y glorioso. Así que encontró la vida contenida, estancada, inmovilizada del que espera y no encuentra. Así que se olvidó definitivamente de él, de todo lo que había dejado. Así que es ahora otra anémona más, estampada sobre una roca, incrustada como si hubiese sido pintada, como si jamás hubiera tenido vida. (Del relato “Sin paisaje”)

De: Qué impertinente manera de volver. (2007)


Vanessa A. Márquez Vargas (Mérida, 1985)

Licenciada en Letras, Mención: Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana por la Universidad de Los Andes. Mérida, Estudiante activa de la Maestría en Literatura Iberoamericana, Universidad de Los Andes, Becario Académico de la Universidad de Los Andes, en la Cátedra Literatura Hispanoamericana para estudiantes de Educación Básica Integral. Vértigo y Escepticismo. Poemas publicados por la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAES) en la compilación Ganadores del XVIII Concurso de Cuento, Ensayo y Poesía. Mérida, 2006. Una selección de sus poemas fueron publicados en la II Antología Poética Entre Eros y Tánatos, de la Asociación de Escritores de Mérida. 2006.

V

En el mediodía de tu nombre
el asco y el hastío
son virtudes de mi cuerpo descompuesto.

VII

Relación criminal-víctima:
Albergué mi esperanza
hasta el último momento.
Esperaba que sólo fueses tú.

XIII

Fingida la imagen del espejo...

Veo cómo el tiempo se resume en las cenizas.


De Vértigo y escepticismo


Willy McKey (Caracas, 1980). Poeta, editor y docente.


Egresado de la Escuela de Letras de la UCV, actualmente cursa la maestría en Estudio Literarios. Lleva a cabo, junto al poeta Santiago Acosta, el proyecto hemerográfico El Salmón - Revista de Poesía, una publicación que reflexiona a propósito de la tradición poética venezolana, teniendo un marcado acento en el abordaje de poetas olvidados o poemarios desatendidos por la crítica y la academia. Su primer poemario, Vocado de orfandad, recibió el Premio Fundarte 2007 en la mención Poesía. Parte de su trabajo cierra la antología En-obra: antología de la poesía venezolana 1993-2008, hecha por Gina Saraceni y que comprende a los poetas nacidos entre 1959 y 1980. Es colaborador de Papel Literario, de El Nacional.


Hacer de un verbo
lugar
plaza
de armas

Nombrar vivaques
cercados
con palabras secretas

parajes como
único
santo
y seña

Pasar la noche al raso del silencio

decir.

De: Vocado de orfandad (2008)

------+--------+----------+

Fragmento de : AB-JAMM- 001

Resolveremos la gran novela común:
daremos cuerpo a las ficciones acordadas
y sin miedo narraremos las noveletas de la patria, de la muerte
porque tenemos épica, señora
porque sabemos exportar ejércitos
y nos aseguramos de que en nuestros billetes
por fin sonrían un negrito, un indiecito, una niñita,
¡tamboré!
perezosos gigantes

junto a otras especies en extinción.
Por eso, con suerte, venceremos.


Vuelve, D. P., a tus ciudades con canal para ciclistas
porque acá tenemos soberanía subterránea
chicle negro y pesado que mueve al autobús, al tanque y al ministro:

venceremos.


Nota: Willy disculpanos porque la estructura del poema te la volvimos mene. Pero así queda cuando metemos el poema en el blog.

Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981)


Licenciado en Letras y Magíster en Estudios Literarios por la Universidad Central de Venezuela. Profesor de la Escuela de Letras de esa casa de estudios. Ha obtenido mención especial en el Concurso Nacional de Cuentos SACVEN, en sus ediciones III y IV. Ganador del Concurso de autores inéditos de la editorial Monte Ávila, mención narrativa 2005, con el libro Una larga fila de hombres, el cual fue publicado ese mismo año. Ganador del 61 Concurso Anual de Cuentos del diario El Nacional. En 2007 formó parte del grupo de escritores del Bogotá39, en el que se reunió a una muestra representativa de nuevos narradores latinoamericanos menores de 39 años. En el 2008 publicó el libro de cuentos Los invencibles. Es, junto a Luis Ylas, creador y coordinador del colectivo Relectura.

Fragmento de “Una larga fila de hombres”

“(…) Pero a fin de cuentas, ¿qué es lo que había desencadenado todo este cuestionamiento? Sabía que había sido al leer aquella frase. Sí, al leerla se sintió interpelado como si el narrador le hubiese mirado a los ojos, a él, a Miguel, y sin consideraciones de ningún tipo le hubiese soltado aquellas palabras. Con inusitada energía (sólo mental, abstracta, por supuesto) Miguel decide encarar el problema y enfrentarlo desde la raíz. Relee la frase y comienza a analizarla, a mirarla a los ojos, sin interponer excusas o correcciones mentales. Siguiéndola al pie de la letra, la frase parece indicar que la hombría radica en el acto valiente que hace un hombre al dejarse coger por otro. Pero Miguel desecha, al menos en parte, esta interpretación. Es demasiado literal. Ahora intenta ir más allá del choque inicial que genera la frase y piensa que si el narrador de Plata quemada afirma que hay que ser muy macho para dejarse coger por un hombre es por el dolor que semejante acción conlleva. Un dolor muy específico, añade después Miguel. Con implicaciones distintas de cualquier otro dolor, un dolor que invade cuerpo y espíritu, que se debe pegar al alma como una afrenta, como un remordimiento, especula Miguel. Se siente tranquilo con esta interpretación o, por lo menos, no está angustiado. Pero esta débil película de tranquilidad que hay en su rostro se rompe frente a una nueva pregunta: ¿por qué entre tantas pruebas de hombría que ha visto en el mundo –sacerdotes chinos que se flagelan durante horas, domadores de leones, surfistas cabalgando olas de treinta metros– le llama la atención, precisamente, ésta? Porque le parece verdadera, piensa sin darse cuenta. Las otras son de la piel para afuera y cicatrizan. En cambio con esta singular prueba no se puede predecir nada. Y Miguel sabe que es superficial medir la hombría en términos de pruebas, pero sabe también que él no puede medirla de otra forma. Finalmente, a sus cuarenta y un años, admite que siempre ha sido un cobarde o, por lo menos, así se ha sentido, que es lo mismo.”

De: Una larga fila de hombres (2005)


Pedro Varguillas (Maracay, 1988)

Tesista de la escuela de Letras de la Universidad de Los Andes. Ha realizado talleres con Luis Alberto Crespo. Formó parte grupo Bello Púbico. Fue invitado a la 10ma Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo (UC), en calidad de ponente, en la tertulia Corte y costura del texto literario. Fue el coordinador estudiantil de las IV Jornadas Estudiantiles de la ULA. Mantiene con cierta irregularidad el blog La expulsión del paraiso, junto con el narrador Fabián Coelho. Ganador en 2009 del XX Concurso anual de DAES (ULA) en la mención de poesía, con el libro Los poemas del Payaso. Ha sido colaborador del Diario El siglo (Maracay) y de la revista Quimera (España).


¿Qué hay allá
más allá?

¿Qué nos separa
de la distancia?

¿Cuál es la espera
frente a lo llano?

¿Quién llama
a tu sombra?

¿Qué hay después
de aquello?

Del libro inédito: Contracorriente




Simón Zambrano (Araure, 1976)

Poeta. Autor de los poemarios Yo vivía en el refugio de mis palabras andantes (2006), Nido con aves muertas(2007) y Mutismo (inédito). Ha participado en varios recitales y colaborado en publicaciones regionales y nacionales. Con Yo vivía en el refugio de mis palabras andantes se hizo merecedor de la mención honorífica en el XVIII Concurso de DAES-ULA en 2006.


Sombras
a Rafael Cadenas

La sombra de la belleza
no ocupó mi triturado cuerpo
ni las aves en su imaginario vuelo
despertaron en mí su aliento
No soy de donde vengo
nada he hecho con mis manos
para merecer el cielo
Soy un náufrago que todos quieren olvidar
porque no sé amar
ni reconocer la vida
en las gotas de lluvia
Tampoco he aprendido
a dialogar con el viento
No sé escuchar las campanas
y en la oscuridad del sol y en la luz de la luna
no percibo los cuerpos ocultos
Sólo digo palabras
que van y vienen
aletargando las sombras
y tapizando corazones
con el aullido de edificios en construcción
de candelabros oxidados
y de mujeres que se pelean mi alma
Para alimentar a zamuros blancos.

De Nido con aves muertas (2007)


Daniel Arella (Caracas, 1988)

Estudiante de Letras mención Literatura Hispanoamericana y Venezolana de la Universidad de Los Andes. Fundador del grupo de reflexión poética Arovertiente y editor de la ya desaparecida revista de literatura contemporánea “Excé, excé, excé”. Ha publicado poemas, manifiestos, cuentos y artículos en revistas y periódicos regionales. Dirigió una columna sobre poesía venezolana en elDiario Frontera llamada “Columna de humo”. Dirigió el programa de radio El tufo del bardo (Ecos 93.9 FM), dedicado a la literatura, la antipsiquiatría y el jazz. En el 2008 recibió la 1era mención del Premio DAES de literatura en la modalidad cuento. Ese mismo año publicó su primer texto poético, una plaquette intitulada El museo de los abortos. Un año después resultó ganador del Premio DAES de literatura en la modalidad cuento. Poemas suyos se encuentran incluidos en algunas antologías, como en la antología del 5to y 6to Festival Mundial de Poesía, Deleite literario III (2007)de autores jóvenes venezolanos, y Doce orugas en el viento: Antología de la novísima poesía merideña (2007).

“El mueble”

Imaginé este corto cinematográfico mudo: Un hombre como de 30 de edad, rostro inexpresivo casi cadavérico se encuentra en una habitación pequeña, viste un flus elegante, negro. La habitación sólo está habitada por una cama y una silla. Las paredes son de un color ocre pálido, el color del suelo es oscuro. La cama está revestida por un cubrecama viejo y amarillento (La cama es sencilla, de hierro como las de la cárcel). La silla, en dirección diagonal a la cama, se encuentra ubicada en el otro extremo de la habitación (la silla es muy sencilla, de madera, una silla tradicional). El hombre está sentado sobre la cama, recostado sobre su espaldar, mantiene un semblante inexpresivo y ausente. (Las causas del porqué se encuentra en esa habitación son desconocidas, y poco importan). El hombre se levanta de la cama y camina directo a la silla, donde se sienta. Desde la silla mira en dirección hacia la cama. Se pone de pie, arrastra la silla dos metros. Se levanta otra vez, la arrastra aún más, esta vez tres metros, acortando la distancia entre la silla y la cama. Llega un punto en que junta a la silla y a la cama para que conversen; las reune. Él se sienta en el piso y recostando el codo derecho sobre la cama, escucha la conversación sonriendo, con cara de niño, como un nieto que escucha fascinado una conversación entre sus abuelos sobre fantasmas y guerras. La atención del hombre a la conversación entre la silla y la mesa es impecable, no se quiere perder de nada, concentrado en cada detalle sonríe, exclama, se mueve, se pone serio, en una de esas le da una palmada cariñosa al espaldar de la silla, como si fuera la espalda de un hombre. Se queda dormido con la cabeza recostada sobre el filo de la cama. Pasados los 15 minutos se despierta. Agarra la silla y la acuesta sobre la cama, la arropa, las patas de la silla sobresalen de la sábana, las cubre; él sonríe. El hombre se dirige hacia el lugar donde se encontraba la silla en un principio, y contorsiona su cuerpo como si se sentara sobre una silla invisible. El hombre apenas respira. Alguien entra, verifica que todo está en orden dentro del cuarto, satisfecho apaga la luz y cierra la puerta muy despacio, cuidadoso de no despertar a nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario